martes, 20 de noviembre de 2012

El "se" y la nada

Me han encargado trabajar con un grupo de alumnos los usos del “se”. Recuerdo sólo vagamente el tema, y me suena que eran tres. Si no recuerdo mal, uno era el del que se peina (el reflexivo, o algo así), otro el de los que se aman (¿el mutuo?) y otro el de la cosa que no se sabe quién la ha hecho (¿el impersonal?).

La clase que me han encargado, la del “se”, va a tratar sobre las fiestas en España. Lanzaré “ses” a la vez que tomates en la Tomatina, talco en Los Indianos y espuma en el Descenso (creo que debería empezar a buscar fiestas que no consistan en lanzarse cosas). En el camino de vuelta a casa me he puesto a pensar cómo puedo hacer. Parece que, con esos contenidos, el uso impersonal del “se” se puede traer a colación fácilmente: “La fiesta se celebra”.

“La fiesta se celebra”. Es peligroso pensar demasiado una frase. Sobre todo si es de tu propia lengua. Las frases en un idioma desconocido son más opacas, más enigmáticas. Pero manoseando la propia lengua se crean quimeras. “La fiesta se celebra” parece un ejemplo de “se” impersonal. ¿Podría ser un ejemplo de otro “se”? 

Damos por hecho que hay un sujeto oculto y escasamente interesante celebrando la fiesta. Pero puede ser también un “se” reflexivo. Tal vez la fiesta se celebra a sí misma agarrando de los pelos a todos los que les ha tocado vivir en ese espacio y ese tiempo. La historia se auto-escribe con un aroma hegeliano. Los tomates se lanzan a sí mismos cansados de vivir en un mundo que fluctúa entre el animismo y la predestinación. El lenguaje se dobla, se repliega, se manosea. Se vuelve blando y surrealista. Pero hay que enderezarlo, recortarlo, encorsetarlo, para que los alumnos del lycée aprendan español. Sólo así podrán llegar a entender, en un futuro, la blandura de la se-mántica.