domingo, 9 de diciembre de 2012

La cultura

Hace muchos años, leí un libro titulado “La Cultura, todo lo que hay que saber”. El autor era alemán, y se apellidaba (acabo de buscarlo) Schwanitz . Defendía que las reuniones de intelectuales no son más que un juego pedante en el que todos simulan sapiencia sin saber, en realidad, casi nada. Como todos los juegos, tenía sus normas y sus estrategias, que convenía tener en cuenta para no quedar como un idiota. Él las explicaba.

El libro me pareció delicioso por varios motivos. El primero, porque ver a la cultura desde ese ángulo era una transgresión en toda regla. Acababa de destronar a la reina. El segundo, porque me fascinaba imaginarme una reunión como las que describía el libro. Yo tenía unos quince años, y los intelectuales eran aún una especie misteriosa y desconocida. Me parecía increíble pensar que un grupo de personas pudieran reunirse para jugar a ese juego sin tablero. En boca de todos, sólo la Cultura, eso que a todos atañe y a nadie en concreto. Tuve ganas de participar en una reunión de ese tipo o, al menos, de espiarla.

Cuando casi lo había olvidado, mi deseo se ha cumplido. Hace poco me invitaron a una soirée Cultural. Tanto la anfitriona como los participantes eran gente extremadamente cordial y agradable. Se podía palpar que eran intelectuales de la más pura casta: gente de ciencias y letras, de diversas nacionalidades, casi todos políglotas y con cultura general a la vez que específica.Las conversaciones versaban sobre Cultura (casi se veía la C mayúscula). Hasta el mantel rezumaba Cultura, cargado con una comida que hacía juego con la temática de la conferencia que uno de los invitados iba a intercalar entre lo salado y los postres.

Jugar al juego de la Cultura fue una experiencia interesante. Al contrario de la imagen que arrojaba Schwanitz, me pareció sencillo y asequible. Y, ahora puedo decirlo, lo aborrezco.

Detesto esa charla aséptica y devota, en la que todo es bueno e interesante, en la que las emociones y los intereses están fuera de lugar ante la grandeza del tema a tratar. Para mí la cultura es otra cosa. Es algo más impuro y manchado, más vivo. La cultura está hecha para recoger la mofa. Y el odio, el amor y el desinterés. Para expresar el “yo” y crear una complicidad que envuelva al “nosotros” (una complicidad que se puede basar perfectamente en la discrepancia). 

La cultura no está en un mundo ideal, ante el que sólo cabe la contemplación. Forma parte del mundanal ruido, y hay que sentirla, hay que manosearla. La pasión y la acción son indispensables. Si no, la deshumanización es manifiesta.