viernes, 26 de abril de 2013

Épico

Cual minino de Schrödinger, ahora trabajo y no trabajo. Mi contrato aún no ha terminado, pero ya me he despedido de alumnos y profesores. Y es que han llegado las vacaciones escolares (sí, otras más), y con ellas el fin de mis días como auxiliar de conversación.

No soy capaz de encontrar adjetivos para explicar lo que ha sido este año para mí. Estuve un rato largo pensando, y todos los que se me ocurrían encajaban mal. Pensaba en "maravilloso" y lo veía escaso. "Inmejorable" parecía hueco; "emocionante", apagado. Los sonidos son tacaños a veces. Me niego a concederle a este año un rango menor que el de la leyenda, la epopeya. Ha sido un año épico.

Un año épico. Cada día de vida aquí ha sido más interesante que una semana de mi vida anterior. En actividades, en retos, en experiencias, en descubrimientos. He conocido a personas absolutamente increíbles, personas que desaparecerán a partir de mañana mismo. Verdaderos amigos, casi todos auxiliares, casi todos extranjeros. Pero en esta ciudad que es un cruce de caminos, incluso los franceses son un poco extranjeros. Todo el mundo parte. Veré a la ciudad desnudarse de caras amigas, antes de marcharme yo también. Y aunque llegue el verano, el viento será más frío.

Ser auxiliar fue un placer. En siete de mis doce horas de trabajo semanal tuve libertad para hacer más o menos lo que me diese la gana (siempre dentro del sentido común docente, por supuesto). Grupos reducidos, alumnos majísimos. Fue divertido, fue tierno, fue un buen entrenamiento. Tras varias semanas de clase comencé a desarrollar superpoderes de profesora. Sabía, por ejemplo, cuánto tiempo quedaba de clase sin necesidad de mirar el reloj. También cómo estirar o acortar la actividad para que se ajustase al tiempo disponible, medio minuto arriba o abajo. Me sentía feliz e integrada (dentro de mi estrato) en un lycée cómodo, bien diseñado y que funcionaba como un reloj.

Ha sido un año de alegría, de libertad, de independencia. Lo llamaba épico, tal vez viéndolo como un lote de pequeñas batallas. Está la conquista lingüística, la burocrática, y la locativa. Hubo conquista gastronómica, pero esa la perdí yo: la comida francesa me ha conquistado. No es el único elemento que me han conquistado, también lo ha hecho la gente. La mayor parte de las personas que he conocido son estupendas. Son majísimas, sea cual sea la relación o la cercanía: conciudadanos, vecinos, conocidos, alumnos, colegas, amigos.

¿Y ahora qué?