Yo era muy feliz con mis problemáticas.
Hasta que llegaron ellos.
Mis problemáticas eran silvestres,
caprichosas, estrafalarias. Como eran los títulos de las Unidades
Didácticas se envalentonaban, volviéndose estridentes, pinchando a
mis alumnos o dejándolos sin saber muy bien qué decir, con cierto
sentimiento de extrañeza. Eran problemáticas problemáticas,
estaban- o al menos así lo sentía yo- vivas.
Pero entonces llegaron ellos. Y nos
explicaron (a mitad del primer trimestre) cómo debe ser y cómo no
debe ser una problemática.
-Por supuesto, la formulación es algo
vital. No se puede formular una problemática de cualquier manera.
Siempre hay que medir las palabras. Aunque es bien sabido que muchas
formulaciones son equivalentes, sólo que unas lo dicen como debe
decirse y otras no. Hay que encontrar la forma de formular lo que
quieres formular como debe formularse. Tenemos dos reglas: una que
prohíbe preguntas a las que se pueda dar una respuesta de tipo sí/
no y otra que prohíbe preguntas a las que se pueda responder por un
catálogo. Si no, la respuesta que nuestros alumnos darán al final
de la Unidad no será profunda ni reflexiva.
(“Pero yo les pediré que justifiquen
su respuesta, yo evitaré que hagan ese catálogo. En el fondo, el
nivel de profundidad de una respuesta dependerá de mi voluntad y de
la de mis alumnos.” “No, una problemática debe suscitar por sí
sola esa respuesta profunda.” Mon dieu, como logremos tal cosa eso
sí que será un acto de habla, el mayor desde que el verbo se hizo
carne.)
-Veamos... qué curioso. Parece que no
podemos comenzar nuestra pregunta como queramos. Así no... así
tampoco... tachemos el “cómo”... también el “por qué”...
no, esa todavía menos. Ya está: en realidad sólo hay una
formulación posible para una problemática. Todas ellas deben
comenzar por “¿En qué medida...?”. Por ejemplo, “¿En qué
medida los héroes de antes son diferentes a los de ahora?”
Cómo explicar que a ese tipo de
pregunta se puede responder tanto con un laconismo binario
(absolutamente/en ninguna medida) como con un catálogo (formado por
la retahíla de tesis de los documentos trabajados en clase). Cómo
denunciar de manera respetuosa ese cientificismo vacuo e infantil,
empeñado en medir lo inconmensurable (¿son diferentes en un 60%? ).
Cómo no llorar esa pérfida pérdida de frescura, cómo ignorar el
dolor del fondo encorsetado por la forma, cómo no aborrecer la gris
monotonía de la repetición. Problemáticas sintéticas,
problemáticas clónicas, problemáticas al pormayor. Problemáticas
a las que se dará respuesta siempre de la misma manera, (un método,
otro más, aquí todo son recetas). Así funciona todo, así todo
funciona.
Yo era muy feliz con mis problemáticas
hasta que llegaron ellos. Ahora no las reconozco, huelen a
desinfectante, están frías al tacto. Son problemáticas
lobotomizadas, quietas y rígidas, de rostro serio, sus ojos de
besugo miran sin ver. Darían risa si su enfermedad no fuese
contagiosa. Resulta siniestro este batallón de estatuas.