viernes, 14 de agosto de 2015

Ocho formas de mirar a un cuervo


Pájaro negro, de mal agüero, bicho oscuro y desalmado. Todos los cuervos son distintos, todos son el mismo. Aquí encontrará usted una guía para la adecuada contemplación de este animal fascinante.

1. Póngase a su nivel. Agáchese hasta tener casi la misma altura que el cuervo. Cuando él camine, camine. Cuando él le mire a los ojos, mírele a los ojos usted también. Si él huye, espantado, persígalo con idéntico terror. Después de un rato usted comenzará a sentirse más ligero, puede que le salga alguna pluma, sus ojos definitivamente serán más negros. No olvide imitar los graznidos. Siga haciendo esto con frecuencia, en todas las ocasiones posibles. Cuando el pájaro eche a volar, vuele.

2. Adórele. Contemple sus plumas de carbón, misterio de la hermosura. Júrele lealtad eterna y amor incondicional. Póstrese ante él y ofrézcale su vida. A continuación, haga todo lo que el pájaro le pida.

3. Clave los ojos en sus plumas hasta ver en ellas un reflejo. Porque si un espejo es una superficie brillante pintada de negro, el cuervo tiene que ser un espejo vivo. Comience contemplando una sola pluma hasta verse a sí mismo. Siga mirando. Cuando haya visto todo lo que se puede ver, mire un poco más. Sentir vértigo es síntoma de ir por el buen camino. Tras la contemplación del mundo, prosiga. El universo es un buen punto de partida.

4. Mire al pájaro por el rabillo del ojo, con desconfianza. Dele la espalda pero siga pensando en él. Simule tener en mente otra cosa pero dedíquele todos sus pensamientos. No olvide lanzarle, cada poco, una mirada furtiva. Esa noche los cuervos poblarán sus sueños, permitiéndole contemplar vívidamente cada uno de sus malvados matices.

5. Persiga al pájaro para sacarle una foto. Mírele a través de la pantalla de la cámara, evite los contraluces, busque una luz favorecedora, tenga cuidado al encuadrar. Repita esta operación con cada cuervo que vea. Al cabo de un mes habrá descubierto que los cuervos sólo tienen dos dimensiones, largo y alto, y que su imagen va cambiando según dónde nos situemos. Entonces, si lo desea, podrá cazar uno y meterlo en un sobre.

6. Lea todos los libros de anatomía y fisiología de aves que caigan en sus manos. Memorice la disposición de cada músculo y tendón, la composición de cada célula. Eso bastará. Todo cuervo físico no es otra cosa que una instanciación de ese esquema. Desdéñelos.

7. Compre un bloque de arcilla y cree una escultura de un cuervo sin mirar el modelo. Cuando lo haya acabado, píntelo de negro. Es probable que la escultura no se parezca en nada al original. Pero ahora cada vez que mire un cuervo sabrá que es usted quien lo ha creado, tras un prototipo fallido hecho de barro. Y sentirá un gran orgullo al contemplar su agilidad y el limpio acabado de sus alas.

8. Contemple al pájaro en toda su complejidad física, química, biológica y metafísica. Desespérese. Mésese los cabellos. Llore. Prepárese un té y dedíquese a otra cosa.

W


A veces es imposible evitar la sensación de que nos alimentamos de horas de trabajo ajenas. Que cuando leemos un libro o vemos una película, escuchamos una charla o miramos un bote de champú estamos absorbiendo el tiempo y el esfuerzo dedicados a imaginarlos, a planificarlos, a crearlos y a perfilarlos.

Claro que por el camino la energía adelgaza: los meses de trabajo se convierten en segundos, en minutos, o como mucho en horas de disfrute por parte del usuario. Pero aunque este sólo reciba una parte mínima del trabajo creativo, la intensidad de esa parte puede ser enorme. Además, multiplicando los espectadores podemos recuperar el tiempo invertido, e incluso sobrepasarlo. Podemos luchar contra la futilidad del trabajo, evitar que la energía se disipe, conservarla y multiplicarla dentro del sistema. 

Lo siento, entropía, hemos ganado.