jueves, 5 de noviembre de 2015

Evaluación docente

Mientras leo en la web de Jose Antonio Marina (aquí) su propuesta de evaluación del profesorado, no puedo dejar de pensar que él mismo no ha evaluado hasta qué punto una medida así puede resultar peligrosa (por cierto, si lo que pretendía era participación del profesorado a través de los comentarios, creo que su sistema publicitario necesita mejorar).

Sentir la vigilancia perpetua de inspectores y colegas, tener que rendir cuentas al ávido observador, convertir el aula en un teatrillo cara a la galería en vez de en una obra diseñada para los alumnos... Esas son las consecuencias directas de su propuesta, no una mejora de la praxis docente. Una evaluación como la que propone crea estrés y malestar, agravio comparativo, desdén por el inferior y envidia por el que está arriba. Todo eso por un puñado de euros. Bravo.

El dinero no servirá de aliciente a quien no es capaz de encontrar satisfacción en su propio trabajo. Servirá de bálsamo, en todo caso, y si alguien necesita ese bálsamo es que ya está malherido. Lo que hace falta es contacto entre profesores, a todos los niveles. Conocer lo que se hace en otros sitios da ideas, da poder, permite tomar consciencia de lo que ocurre. La maldad no se suele ejercer a sabiendas, seamos un poco socráticos.

Socráticos, o kantianos. Porque hasta la ley moral languidece si nos quitan el aire del cielo estrellado.